Proyectado
como el ideal del hombre ilustrado, desde una ideología que no advierte ni disimula
no advertir que El Héroe es producto y arquetipo de la clase social donde
emerge el hijo del comerciante dedicado al estudio de las Artes, las lenguas
clásicas y modernas, aficionado a la música, la geometría, y que por si fuera
poco llegó a España con el objeto de formarse en artes militares.
El
Joven cultivado esmeradamente en la misma casa de estudios y ambiente cultural
donde se formó lo más granado del pensamiento emancipador hispanoamericano, la
universidad establecida desde el Seminario de Santa Rosa erigido en universidad
por Real Cédula de 1721-1722, pero lo más importante, el inventario de 2000
libros que le deja como herencia el Obispo Antonio González de Acuña (1620-1682), formado en
la Universidad San Marcos de Lima. Allí fue donde se formó lo más granado del
pensamiento emancipador venezolano aquellos que se proyectaron al mundo marcando su
huella en la historia por los atributos de su formación.
La
tradición universitaria limeña está vinculada a la Compañía de Jesús, de allí
procedía el célebre obispo de Caracas. De allí venía Juan Pablo Viscardo y
Guzmán (1748-1798), redactor de la célebre Carta
de los Españoles Americanos traducida y divulgada por Francisco de Miranda (1750-1816) en 1801 y
a la cual el masonismo argentino, representado por Bartolomé Mitre (1821-1906),
quien la presentó como una logia de
masones que actuaban como precursores de la Independencia Americana, y que más
tarde citara el escritor Jules Mansini sin el más mínimo criterio
historiográfico. Lo cierto es que Miranda resultó mejor vinculado con los
Jesuitas que con los masones, en esa época profundamente monárquicos.
Lo
cierto es que desde muy corta edad, Miranda y el bagaje intelectual que lleva
de Caracas a España, comienza a establecer contacto con traficantes de libros
prohibidos, y es durante un viaje a Gibraltar donde establece una amistad que
le acompañará por el resto de su vida desde lo lejos. Se trata del acaudalado y
exitoso comerciante británico, Jhon Turnbull, quien le brindará el apoyo
necesario para remitir a Londres todos los libros adquiridos y leídos a lo
largo de las cuatro décadas de su vida peregrina como encendedor de la mecha
liberadora de la emancipación americana.
Toda
su vida acontece cuando Inglaterra realizaba los movimientos tácticos para el
desarrollo de su estrategia de dominación ideológica sobre las naciones que
aceptaron los postulados del Libre Comercio y la no intervención del Estado en
la economía como un “principio científico de carácter universal” que se
constituyó en el primer eslabón de la cadena que ataría a sus naciones ideológica,
política y económicamente subordinadas a su hegemonía. Más allá de que hubieran
alcanzado los atributos formales de la soberanía.
Es
así como la vida de Miranda nos ilumina aún, con su fuego sagrado para ver el
camino de la historia a fin de entender que los países que emprendieron con
éxito la insubordinación ideológica de Inglaterra, como Estados Unidos,
Alemania y Japón, rechazaron la ideología propagada por la Gran Bretaña: el
libre comercio, que debía ser completado por el apoyo estatal y su
proteccionismo económico, inversiones públicas y subsidios estatales para
impulsar el proceso de la propia industrialización.
Es
así como Francisco de Miranda nos permite ver con mayor claridad como estos
tres países lograron industrializarse para convertirse en Estados efectivamente
autónomos, donde la soberanía va más allá de los símbolos patrios y la arenga
politiquera. Una soberanía mirandiana que comienza en la libertad de la
conciencia.