Durante cada efeméride del
Generalísimo de nuestra América, suelen recordarlo escribiendo más o menos lo
que dicen los libros de historia sobre él. Su cualidad de luchador por la
Libertad, debido a su participación activa en las tres revoluciones burguesas
de su tiempo; la independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y
la Independencia de América Latina. En algunos casos, cada biógrafo refleja la
propia personalidad en la exposición de la imagen que proyecta del Generalísimo
en las referencias que expone. En pocas palabras, en cierta forma realizan a través del héroe
los sueños de grandeza personales. Proyectan en el héroe, aspectos de las
cualidades que pueden ver o aspirar de ellos mismos.
No hablemos del mito del amante
de la Zarina, mentira creada y repetida hasta el cansancio por la chismografía
envidiosa de la Caracas provinciana de su tiempo, cuando no se resignaban a
aceptar, que el hijo de alguien que realizara un oficio, considerado indigno para
la clase dominante mantuana de su tiempo, el oficio de comerciante, lograra
alternar con personajes de la política internacional de su tiempo, hoy de la
historia internacional. No entendían que el hijo de la panadera, navegara sobre
la cresta de la ola de una clase social emergente como la burguesía, hubiese manifestado
consideración y respeto por el caraqueño; reconocido no solo como prócer de la
Independencia estadounidense, sino que fuera alagado por las opiniones que
emitiera John Adams en 1784 sobre la reputación que ya había adquirido entre
los estadounidenses como la de un hombre que había hecho estudios clásicos, que
poseía conocimientos universales, y además era consumado en el arte de la
guerra. Su fama mundial se expandió en los círculos diplomáticos mundiales. El
interés de Catalina de Rusia estaba mediado además por las negociaciones que
debía realizar con Estados Unidos con respecto a Alaska.
No hablemos de las pretensiones
academicistas que reiteran lo resumido por otros autores, pero sin sacarlo de
aquella prisión estilo gomera, que
imaginó el maestro Michelena como la Carraca, o de la visión superficial de que
Miranda había sido un anunciador, alguien que pregona algo por venir, en este caso
el Precursor de la Independencia. Afortunadamente hoy no solo se le considera
en los medios historiográficos, como alguien que fue más allá de conspirar
durante casi tres décadas buscando apoyo para emprender la tarea de iniciar el
proceso de independencia, sino que personalmente inició en 1806, aunque fuese
un intento fallido, inició la lucha armada para alcanzar la independencia, con
un ejército organizado, en cuya armada, hasta símbolo patrio izaba en sus
mástiles. Bandera que por cierto celebra su efeméride en estos días. En su
manifiesto de Coro se expresó con el término “nuestra América” y propuso un
gobierno cívico militar con participación popular.
Pero hoy vamos a pensar en
Miranda desde la perspectiva de la ética revolucionaria, y sobre todo de la del
hombre de dimensión universal, desde la teoría bolivariana de la historia.
¿Cuál sería la visión bolivariana de la historia. ? En primer lugar tendíamos que
recordar que en esta hemos contemplado la concepción de un tiempo histórico
inmerso dentro de la dialéctica de la dominación – resistencia – liberación.
“Tres cientos años no bastan”. El análisis debe partir desde la observación de
cómo concibieron cada uno la unidad latinoamericana y el sentido de la
Liberación. El tema por otro lado, es que la reflexión de una filosofía como
liberación iniciada por el filósofo mexicano Leopoldo Zea, la cual es el primer
eslabón de toda una propuesta filosófica continental partió de la reflexión de
la praxis revolucionaria de Simón Bolívar.
En segundo lugar, ¿Cómo podemos
pensar que Francisco de Miranda podría enfocar la realidad con una visión
anadialéctica sin caer en anacronismos? Miranda vivió entre 1750 y 1816. En esa
época ni Emmanuel Levinas (1906 1995), Juan Carlos Scannone (1931), o Rodolfo
Kusch (1922 1979), y mucho menos Enrique Dussel (1934), el creador teórico del
término, ninguno de ellos había si quiera nacido cuando Miranda llegó formular en
su praxis el asunto de la Alteridad.
Enmanuel Lévinas fue un filósofo
iniciado en la fenomenología pero rompió con la filosofía moderna porque, su
visión anadialéctica enseña que la verdadera universalidad está en la
posibilidad de mirar al rostro del otro, y poder apreciar en él a un ser humano
igual, más allá de donde sea el mundo de donde provenga. La teoría ética
discurrida por este filósofo de la Universidad de Estrasburgo, quien parte de
la percepción del ser en él mismo. Cada quien está consciente de la propia
existencia, pero ese existir es aparentemente involuntario al cual no le
encuentra relación. Podemos intercambiar la camisa, la comida, ponernos en los
zapatos del otro, pero nos asegura Lévinas: “Todo se puede intercambiar entre
los seres, salvo el existir…” Esto lo dice en su libro Totalidad e Infinito,
pero en Ética e Infinito, dedica un capítulo a la responsabilidad con
el otro. Allí habla de la responsabilidad como de la “…estructura esencial,
primera, fundamental de la subjetividad. (…); es en la ética, entendida como
responsabilidad, donde se anuda el nudo mismo de lo subjetivo.” (Ob.Cit. p 79).
La capacidad de dar respuesta a la opresión a búsqueda de la libertad como un
derecho del ser humano.
En este punto referido en el
párrafo anterior es donde nos encontramos con personajes como Francisco de
Miranda en el tema de la Libertad. No entendida como una virtud de héroes
semidioses de la Patria, sino como la de todo ser humano consciente que
entiende la ética como un asunto de responsabilidad con el otro. Y más aún, de
identidad con su comunidad histórica. Esa posibilidad de interpretar el mundo
desde el nosotros, en lugar de observarlo desde el eurocentrismo, sino en la
posibilidad del nosotros, como la define Scannone quien ha tratado
filosóficamente al “nosotros”, la racionalidad ética que le corresponde a dicha
expresión. En este sentido puedo remitirlos a su trabajo: “El nosotros
ético-histórico: hacia una ética en perspectiva latinoamericana” publicado en Conjectura,
Universidad de Caxias do Sul, Brasil, v. 16, n. 1, jan./abr. 2011. Lo
primordial que nos interesa, por ahora, es que la visión del nosotros, que
asume francisco de Miranda en el análisis de su discurso, es la ubicación
epistemológica, de nuestra América. Ya hemos dicho que es Miranda quien escribe
en el Manifiesto de Coro, ya impreso en 1803, cuando se expresa en términos de
nuestra América que popularizara José Martí.
Trascendiendo
la modernidad eurocéntrica vio a lo europeo y a lo americano, siempre desde esa
perspectiva del nosotros, un sentido de la igualdad casi sacro. Pero más allá
de una referencia de documental y la situación hermenéutica donde se ubica su
discurso, convido a los investigadores a revisar, en el año 1784, cuando sin
perder la consideración y el respeto con que lo recibieron los círculos
militares, políticos, intelectuales y diplomáticos estadounidenses, fue capaz
de emitir juicios señalando
los defectos e inconvenientes de la democracia estadounidense, con el
legislativo elegido prevaleciendo el criterio de propiedad. Tal serían los
influjos de su personalidad y la sobriedad de su presencia que le permitieran
tal sinceridad. Hoy más que nunca, los ventrílocuos del señor Obama, deberían
recordar cuando muevan piezas hacia Venezuela como amenaza, que en la lucha por
la independencia de aquel país participó un venezolano, sobre todo cuando
preguntan: ¿dónde queda Venezuela. ?
Volviendo al tema de la proyección de la
personalidad sobre la figura del héroe, recuerdo no sin cierta condescendencia
a algún entrevistado respondiendo en una entrevista para la televisión, sobre el
tema de Miranda, un improvisado quien explicaba para que a un paisano suyo como
lo era Miranda; el hecho de que lo recibieran en el seno de la sociedad
intelectual y política como la estadounidense, no pudo encontrar explicación que la de haber
sido iniciado en alguna cofradía fraternal semejante a la que este señor
representaba. Más que desconocer la verdadera esencia de un personaje como
Miranda es desconocer el pasado histórico estadounidense o la misma impresión
por los comentarios que el mismo héroe hizo de las bibliotecas de las
universidades estadounidenses que visitó.
Lo cierto es que Miranda perteneció a algo
menos simple que a una cofradía secreta. Estaba vinculado a una clase social en
ascenso, la burguesía. Aunque don Sebastián de Miranda era propietario de un
negocio familiar quien habitaba en un pequeño burgo colonial, había casado a su
hija con un paniaguado de la compañía Guipuzcoana, y sobre todo, ¿Quién en
estas regiones equinocciales del nuevo continente, contaba con una situación
económica tan holgada como para poder pagar una bolsa con 80 reales de oro por
la dote para un oficial del regimiento de Su Majestad La Princesa? ¿Quién era
su familia? ¿De dónde provenía? ¿No estaremos dispuestos a quedarnos con la
mezquina referencia mantuana del hijo de la panadera. ? De no ser así busquemos
un poco más en sus orígenes. El hebreo venezolano José Chocrón Cohen señala
apellidos judíos o vinculados a la judería conversa, en los apellidos de
Miranda. En su libro La identidad secreta de Miranda,
Caracas, Alfa, 2011, no pretende demostrar la identidad judía de Miranda, sino
su relación cripto judía. En honor a la verdad, casi todos los apellidos
vinculados a su familia figuran en la lista de las juderías.
En 1492 sucedió un hecho insólito. Setecientos
cincuenta mil judíos salieron expulsados de España y entre ellos un número
significativo se coló en el anonimato de la conversión. Aparte de los moros, la
ruta de evacuación más natural y expedita, el estrecho de Gibraltar y el
Marruecos español. Un leve salto en la costa africana, las Islas Canarias y las
Madeiras. Del Valle de Orotava, cerca del puerto de Santa Cruz de Tenerife. Una
breve revisión a la obra de Agustín Millares Torres sobre la Historia
de la Inquisición en las Islas Canarias y podemos identificar en ellas
un importante asilo de judaizantes, entre los cuales aparecen procesados varios
De Miranda. Francisco de Miranda está vinculado a apellidos como
Spinoza, Rodríguez, Ravelo. Millares Torres resume: …, descendientes de los
expulsados por los Reyes Católicos y más aún los que huían de continuo de
España y Portugal por miedo a la Inquisición, formaron en los siglos XVI y
XVII, una red de hombres bastante poderosos en el mundo de los negocios, a los
que se le atribuyeron intenciones oscuras por parte de los antisemitas
(Millares 1864 p 287). De hecho, cita a Miranda con el calificativo de famoso
agitador, y una visita que hiciera en Rodhe Island a un judío Jacob Rodríguez
Rivera. ¿Familia de su madre Rodríguez Espinoza? ¿Emparentado con Baruch
Spinoza (1632 1667)?. En todo caso, su vinculación a esta emergente clase
comercial podría explicar con murmullos bibliográficos de mayor rango y
credibilidad, esa capacidad de ser un hombre cuya universalidad, le permitiría
el sentido tolerante de la vida y la capacidad de ver el Rostro, como lo
asentaría otro hebreo: Emanuel Levinas en su capítulo El Rostro. Hebreo, no
sionista.
Antes de concluir esta reflexión,
más que respuestas, surgen nuevas preguntas: ¿ Fue Miranda liberal e integrador
por la misma motivación que Bolívar? O simplemente ¿Provenían de la Red de
comerciantes que menciona Agustín Mellares, todos los recursos que le
permitieron a Miranda errar por el mundo durante cuatro décadas? Para vivir en aquellas esferas sociales, se
necesita recursos. Es necesario un estudio detallado de la proveniencia de los
recursos económicos indispensables para realizar un trabajo como el que
reflejan los catorce tomos del Archivo de Miranda. Sin más no me queda más que
hacerme eco de nuestro rector. Investiguemos.
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