sábado, 11 de abril de 2015

Miranda desde la Teoría Bolivariana de la Historia Eloy Reverón

Durante cada efeméride del Generalísimo de nuestra América, suelen recordarlo escribiendo más o menos lo que dicen los libros de historia sobre él. Su cualidad de luchador por la Libertad, debido a su participación activa en las tres revoluciones burguesas de su tiempo; la independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la Independencia de América Latina. En algunos casos, cada biógrafo refleja la propia personalidad en la exposición de la imagen que proyecta del Generalísimo en las referencias que expone. En pocas palabras,  en cierta forma realizan a través del héroe los sueños de grandeza personales. Proyectan en el héroe, aspectos de las cualidades que pueden ver o aspirar de ellos mismos.

 Un ejemplo claro de lo que describo está en el estudio que hizo el doctor Arturo Uslar Pietri, sobre la biblioteca de Miranda;la doctora Mirian Blanco Fombona, escribe sobre el enigma de la esposa de Miranda; Caracciolo Parra Pérez resaltaba al Diplomático o al consejero político, y la apreciación o valoración de su documentación; el masón Américo Carnicelli, aunque no pudo encontrar documento alguno de la condición masónica del personaje, acepta sin el menor sentido crítico, opiniones de dudosa procedencia, relativas a su pertenencia a la Orden; el caso se hace algo patético en artículos de opinión en la pluma de buenos escritores, aficionados a la historia, o a en la realización cinematográfica donde llegan a colocar en primer plano de su vida las  propias fantasías eróticas en sus respectivas proyecciones del personaje, vinculando a Miranda con la imagen de un contemporáneo suyo, veinticinco años mayor, me refiero a Giacomo Casanova.


No hablemos del mito del amante de la Zarina, mentira creada y repetida hasta el cansancio por la chismografía envidiosa de la Caracas provinciana de su tiempo, cuando no se resignaban a aceptar, que el hijo de alguien que realizara un oficio, considerado indigno para la clase dominante mantuana de su tiempo, el oficio de comerciante, lograra alternar con personajes de la política internacional de su tiempo, hoy de la historia internacional. No entendían que el hijo de la panadera, navegara sobre la cresta de la ola de una clase social emergente como la burguesía, hubiese manifestado consideración y respeto por el caraqueño; reconocido no solo como prócer de la Independencia estadounidense, sino que fuera alagado por las opiniones que emitiera John Adams en 1784 sobre la reputación que ya había adquirido entre los estadounidenses como la de un hombre que había hecho estudios clásicos, que poseía conocimientos universales, y además era consumado en el arte de la guerra. Su fama mundial se expandió en los círculos diplomáticos mundiales. El interés de Catalina de Rusia estaba mediado además por las negociaciones que debía realizar con Estados Unidos con respecto a Alaska.   

                No hablemos de las pretensiones academicistas que reiteran lo resumido por otros autores, pero sin sacarlo de aquella prisión estilo gomera, que imaginó el maestro Michelena como la Carraca, o de la visión superficial de que Miranda había sido un anunciador, alguien que pregona algo por venir, en este caso el Precursor de la Independencia. Afortunadamente hoy no solo se le considera en los medios historiográficos, como alguien que fue más allá de conspirar durante casi tres décadas buscando apoyo para emprender la tarea de iniciar el proceso de independencia, sino que personalmente inició en 1806, aunque fuese un intento fallido, inició la lucha armada para alcanzar la independencia, con un ejército organizado, en cuya armada, hasta símbolo patrio izaba en sus mástiles. Bandera que por cierto celebra su efeméride en estos días. En su manifiesto de Coro se expresó con el término “nuestra América” y propuso un gobierno cívico militar con participación popular. 

Pero hoy vamos a pensar en Miranda desde la perspectiva de la ética revolucionaria, y sobre todo de la del hombre de dimensión universal, desde la teoría bolivariana de la historia. ¿Cuál sería la visión bolivariana de la historia. ? En primer lugar tendíamos que recordar que en esta hemos contemplado la concepción de un tiempo histórico inmerso dentro de la dialéctica de la dominación – resistencia – liberación. “Tres cientos años no bastan”. El análisis debe partir desde la observación de cómo concibieron cada uno la unidad latinoamericana y el sentido de la Liberación. El tema por otro lado, es que la reflexión de una filosofía como liberación iniciada por el filósofo mexicano Leopoldo Zea, la cual es el primer eslabón de toda una propuesta filosófica continental partió de la reflexión de la praxis revolucionaria de Simón Bolívar.

En segundo lugar, ¿Cómo podemos pensar que Francisco de Miranda podría enfocar la realidad con una visión anadialéctica sin caer en anacronismos? Miranda vivió entre 1750 y 1816. En esa época ni Emmanuel Levinas (1906 1995), Juan Carlos Scannone (1931), o Rodolfo Kusch (1922 1979), y mucho menos Enrique Dussel (1934), el creador teórico del término, ninguno de ellos había si quiera nacido cuando Miranda llegó formular en su praxis el asunto de la Alteridad. 

Enmanuel Lévinas fue un filósofo iniciado en la fenomenología pero rompió con la filosofía moderna porque, su visión anadialéctica enseña que la verdadera universalidad está en la posibilidad de mirar al rostro del otro, y poder apreciar en él a un ser humano igual, más allá de donde sea el mundo de donde provenga. La teoría ética discurrida por este filósofo de la Universidad de Estrasburgo, quien parte de la percepción del ser en él mismo. Cada quien está consciente de la propia existencia, pero ese existir es aparentemente involuntario al cual no le encuentra relación. Podemos intercambiar la camisa, la comida, ponernos en los zapatos del otro, pero nos asegura Lévinas: “Todo se puede intercambiar entre los seres, salvo el existir…” Esto lo dice en su libro Totalidad e Infinito, pero en Ética e Infinito, dedica un capítulo a la responsabilidad con el otro. Allí habla de la responsabilidad como de la “…estructura esencial, primera, fundamental de la subjetividad. (…); es en la ética, entendida como responsabilidad, donde se anuda el nudo mismo de lo subjetivo.” (Ob.Cit. p 79). La capacidad de dar respuesta a la opresión a búsqueda de la libertad como un derecho del ser humano.


En este punto referido en el párrafo anterior es donde nos encontramos con personajes como Francisco de Miranda en el tema de la Libertad. No entendida como una virtud de héroes semidioses de la Patria, sino como la de todo ser humano consciente que entiende la ética como un asunto de responsabilidad con el otro. Y más aún, de identidad con su comunidad histórica. Esa posibilidad de interpretar el mundo desde el nosotros, en lugar de observarlo desde el eurocentrismo, sino en la posibilidad del nosotros, como la define Scannone quien ha tratado filosóficamente al “nosotros”, la racionalidad ética que le corresponde a dicha expresión. En este sentido puedo remitirlos a su trabajo: “El nosotros ético-histórico: hacia una ética en perspectiva latinoamericana” publicado en Conjectura, Universidad de Caxias do Sul, Brasil, v. 16, n. 1, jan./abr. 2011. Lo primordial que nos interesa, por ahora, es que la visión del nosotros, que asume francisco de Miranda en el análisis de su discurso, es la ubicación epistemológica, de nuestra América. Ya hemos dicho que es Miranda quien escribe en el Manifiesto de Coro, ya impreso en 1803, cuando se expresa en términos de nuestra América que popularizara José Martí.
 La visión anadialéctica es también la posibilidad de ver al otro, desde la alteridad, desde más allá, sin perder la perspectiva del nosotros somos, del sentido solidario. 
Trascendiendo la modernidad eurocéntrica vio a lo europeo y a lo americano, siempre desde esa perspectiva del nosotros, un sentido de la igualdad casi sacro. Pero más allá de una referencia de documental y la situación hermenéutica donde se ubica su discurso, convido a los investigadores a revisar, en el año 1784, cuando sin perder la consideración y el respeto con que lo recibieron los círculos militares, políticos, intelectuales y diplomáticos estadounidenses, fue capaz de emitir juicios señalando los defectos e inconvenientes de la democracia estadounidense, con el legislativo elegido prevaleciendo el criterio de propiedad. Tal serían los influjos de su personalidad y la sobriedad de su presencia que le permitieran tal sinceridad. Hoy más que nunca, los ventrílocuos del señor Obama, deberían recordar cuando muevan piezas hacia Venezuela como amenaza, que en la lucha por la independencia de aquel país participó un venezolano, sobre todo cuando preguntan: ¿dónde queda Venezuela. ?

Volviendo al tema de la proyección de la personalidad sobre la figura del héroe, recuerdo no sin cierta condescendencia a algún entrevistado respondiendo en una entrevista para la televisión, sobre el tema de Miranda, un improvisado quien explicaba para que a un paisano suyo como lo era Miranda; el hecho de que lo recibieran en el seno de la sociedad intelectual y política como la estadounidense,  no pudo encontrar explicación que la de haber sido iniciado en alguna cofradía fraternal semejante a la que este señor representaba. Más que desconocer la verdadera esencia de un personaje como Miranda es desconocer el pasado histórico estadounidense o la misma impresión por los comentarios que el mismo héroe hizo de las bibliotecas de las universidades estadounidenses que visitó. 

Lo cierto es que Miranda perteneció a algo menos simple que a una cofradía secreta. Estaba vinculado a una clase social en ascenso, la burguesía. Aunque don Sebastián de Miranda era propietario de un negocio familiar quien habitaba en un pequeño burgo colonial, había casado a su hija con un paniaguado de la compañía Guipuzcoana, y sobre todo, ¿Quién en estas regiones equinocciales del nuevo continente, contaba con una situación económica tan holgada como para poder pagar una bolsa con 80 reales de oro por la dote para un oficial del regimiento de Su Majestad La Princesa? ¿Quién era su familia? ¿De dónde provenía? ¿No estaremos dispuestos a quedarnos con la mezquina referencia mantuana del hijo de la panadera. ? De no ser así busquemos un poco más en sus orígenes. El hebreo venezolano José Chocrón Cohen señala apellidos judíos o vinculados a la judería conversa, en los apellidos de Miranda. En su libro La identidad secreta de Miranda, Caracas, Alfa, 2011, no pretende demostrar la identidad judía de Miranda, sino su relación cripto judía. En honor a la verdad, casi todos los apellidos vinculados a su familia figuran en la lista de las juderías. 

En 1492 sucedió un hecho insólito. Setecientos cincuenta mil judíos salieron expulsados de España y entre ellos un número significativo se coló en el anonimato de la conversión. Aparte de los moros, la ruta de evacuación más natural y expedita, el estrecho de Gibraltar y el Marruecos español. Un leve salto en la costa africana, las Islas Canarias y las Madeiras. Del Valle de Orotava, cerca del puerto de Santa Cruz de Tenerife. Una breve revisión a la obra de Agustín Millares Torres sobre la Historia de la Inquisición en las Islas Canarias y podemos identificar en ellas un importante asilo de judaizantes, entre los cuales aparecen procesados varios De Miranda. Francisco de Miranda está vinculado a apellidos como Spinoza, Rodríguez, Ravelo. Millares Torres resume: …, descendientes de los expulsados por los Reyes Católicos y más aún los que huían de continuo de España y Portugal por miedo a la Inquisición, formaron en los siglos XVI y XVII, una red de hombres bastante poderosos en el mundo de los negocios, a los que se le atribuyeron intenciones oscuras por parte de los antisemitas (Millares 1864 p 287). De hecho, cita a Miranda con el calificativo de famoso agitador, y una visita que hiciera en Rodhe Island a un judío Jacob Rodríguez Rivera. ¿Familia de su madre Rodríguez Espinoza? ¿Emparentado con Baruch Spinoza (1632 1667)?. En todo caso, su vinculación a esta emergente clase comercial podría explicar con murmullos bibliográficos de mayor rango y credibilidad, esa capacidad de ser un hombre cuya universalidad, le permitiría el sentido tolerante de la vida y la capacidad de ver el Rostro, como lo asentaría otro hebreo: Emanuel Levinas en su capítulo El Rostro. Hebreo, no sionista. 


Antes de concluir esta reflexión, más que respuestas, surgen nuevas preguntas: ¿ Fue Miranda liberal e integrador por la misma motivación que Bolívar? O simplemente ¿Provenían de la Red de comerciantes que menciona Agustín Mellares, todos los recursos que le permitieron a Miranda errar por el mundo durante cuatro décadas?  Para vivir en aquellas esferas sociales, se necesita recursos. Es necesario un estudio detallado de la proveniencia de los recursos económicos indispensables para realizar un trabajo como el que reflejan los catorce tomos del Archivo de Miranda. Sin más no me queda más que hacerme eco de nuestro rector. Investiguemos. 

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